5 de enero de 2015

VUELTA A CASA

Hace mucho tiempo que para mí la cuenta atrás para las vacaciones de Navidad y por lo tanto para nuestro, ahora ya tradicional y deseadísimo, viaje a Viena de cada año, empieza más o menos a finales de Noviembre; cuando solemos comprar los billetes de avión y los primeros regalitos.

La cuenta atrás dura mucho, se me hace interminable y cada día parece durar el doble que el anterior; pero al final llega el día en el que hay que volar y empezar a disfrutar de la família y los días de fiesta.




Pero como todo lo bueno se acaba, y lo bueno si breve dos veces bueno (viva el refranero español) en un abrir y cerrar de ojos llega el día en que hay que volver a coger los bártulos y volverse a casita; muy tristes por tener que dejar a la family, pero contentos de volver a casa; y más aún con un peque, ya que volver significa el regreso a la DIVINA RUTINA, que tanto les ayuda, y nos ayuda a los papis, a mantener un sano equilibrio de horas de sueño.

Pues bien, nuestro viaje de vuelta tuvo lugar hace un par de días; y aunque empezó siendo muy duro tener que despedirse de sobris y hermanos; acabamos, debido a los acontecimientos, contando los minutos hasta llegar a nuestro hogar dulce hogar.

Nuestro vuelo era un Viena-Niza, donde teníamos que recoger el coche que habíamos dejado a la ida en un parking del aeropuerto. 



Cuando se viaja con niños el avión intimida. Aunque se trate de un vuelo breve como el nuestro, antes de entrar en el avión, obligas al niño a recorrerse la terminal andando unas cuantas veces, a hacer todas las escaleras habidas y por haber, y a pasear por la sala de espera de la puerta de embarque haciendo monerias a todos los demás pasajeros, con la esperanza de que una vez dentro, se desmaye por el agotamiento. Pues bien, en nuestro caso funcionó y Lucas durmió de un tirón hasta que el avión aterrizó en Niza.

Exultantes por lo bien que había ido el vuelo, cometimos el terrible error de congratularnos por nuestra suerte y la ricura de niño que nos ha tocado. Jamás, y repito, jamás, os alegréis por algo que todavía está a medias. Y es que fue justo a partir de ese momento cuando empezó nuestra aventura post-vacacional.


Al recoger el cochecito de la cinta de equipaje me di cuenta de que alguna mano delicada como un martillazo lo había tratado tan bien que había partido, literalmente, la palanca del freno dejándolo completamente inservible. Los que tengáis un Bugaboo entenderéis mi estupor. Pues bien, una vez recogido el resto del equipaje fuimos directos al mostrador de atención al cliente para dar parte. El informe nos lo hicieron, pero evidentemente después tiene que ser una servidora la que se pegue la paliza de llamar, escribir e insisitir a la compañia aérea hasta que te den una respuesta (cosa que he hecho al llegar a casa y de cuya resolución prometo teneros debidamente informados ya que en otras ocasiones he hablado maravillas de dicha compañia y espero no tener que arrepentirme de dicha palabras).



Realizado el parte decidimos por una cuestión de practicidad, que fuese Leo a retirar el coche (hay que coger un bus naveta que dura 5 minutitos) mientras yo me quedaba con todas las maletas y Lucas en la terminal. Pasados 45 minutos comencé a sospechar que algo más se estaba torciendo, y acerté. Al parecer aunque el pin de todas nuestras tarjetas era correcto, las máquinas no aceptaban el pago final y Leo no conseguía retirar el coche; resumiendo mucho, un desquiciado Leo tuvo que ir a otra terminal para poder pagar el parking; y una vez allí con el tipo delante, CURIOSAMENTE, la primera tarjeta funcionó de maravilla al primer intento.

Durante el periplo coche, en la terminal donde estábamos Lucas y yo, jugando un rato al pilla pilla, subiendo las mismas escaleras 50 veces, y bromeando con el señor que cambiaba las bolsas de las papeleras, explotó un pequeño paquete. Os aseguro que nunca había oído algo parecido, sin embargo al ver que nadie corria, ni chillaba, me lo tomé con calma y no dejé que me invadiera el pánico. Nada se supo. Nadie dijo nada por megafonia, ni se vió policia, o bomberos correr. Sin embargo a posteriori supe que, en el tiempo en que Leo consiguió retirar el coche y venir a buscarnos, nuestra terminal, donde había explotado el paquete, había sido acordonada y no se permitía el paso a nadie.

Puedo imaginarme la impotencia de Leo al saber que no podía llegar hasta donde estábamos nosotros, y doy gracias por no haber sabido nada y haber vivido en la más completa ignorancia de lo que estaba ocurriendo durante todo ese tiempo. 

Pero como en las películas, al final ganaron los buenos, y nuestros héroes consiguieron reunirse cargar el coche y salir pitando del aeropuerto rumbo a casa donde llegaron unas cuántas horas más tarde de lo previsto.

Al llegar a casa os podéis imaginar... casa HELADA después de la ola de frío que hubo en toda Europa los días de Navidad, nevera TOTALMENTE vacía, mil maletas  por deshacer, tres mil lavadoras que poner, inventate algo de cena para el baby boy... 





Pero a pesar de todo, cuando cruzas la puerta de tu casa, y más aún después de un viaje de vuelta tan accidentado como el nuestro, te das cuenta de que nada, absolutamente nada, puede compararse a la sensación de volver a tu casa, ese sitio en el que te sientes junto a los tuyos, completamente seguro, protegido y con todo bajo control.

Moraleja de la fábula; cuando la vuelta de un viaje se os presente más cuesta arriba de lo que pensábais, consolaros pensando que el final del trayecto es el mejor de todos los destinos; vuestro Home Sweet Home.


Fuentes : Pinterest. Moon Milkshake



8 comentarios:

  1. ¡Madre mía! Y después me lamento de que cada vez que viajo a Italia me pasa algo. Yo creo que es un país gafado :P
    Afortunadamente llegasteis a casa sanos y salvos :D

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    1. Ricardo, entonces juntamos tus anécdotas y las mías y escribimos un libro!

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  2. Anónimo1/06/2015

    Podrías ya escribir un libro con los incidentes aereos que has vivido. ...Avanti.

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    1. Uff, ufff... nunca he tenido miedo a volar, y sigo sin tenerlo, lo que empieza a darme respetito es el antes y el después que siempre me deparan alguna sorpresa ;)

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  3. Anónimo1/06/2015

    Hace años tuve un incidente parecido al tuyo en el areopuerto de Niza- Génova :extravío de maletas .
    Por suerte no tan accidentado como el tuyo.Como dices,lo importante es que ya estáis en casa :el viajar tiene estas cosasss!!!

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    1. Exacto, yo también lo veo así...si no te mueves de casa no te puede pasar nada; el hecho de tener anécdotas que contar significa que estamos en movimiento ;)

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  4. Ana Pardo Solano1/07/2015

    Luna, lo tuyo son las aventuras en los aeropuertos ;-)
    Una de las cosas pendientes que me prometì mientras esperara a Lucia, fue leer tu blog. Reconozco que estoy bastante alejada de este medio, pero me encanta leer tus entradas y que las compartas con todos nosotros. Nos hacen reìr y reflexionar sobre nuestro dìa a dìa, que por desgracia va siempre tan deprisa.
    FELICIDADES LUNA POR TU BLOG Y A TODOSSSSSSSSSSSSS
    FELIZ 2015 !!!!!

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    1. Baldufa! Mil gracias por tus bonitas palabras!!
      Besitos a tí y a Lucía!

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